domingo, 8 de febrero de 2009

Camino, historia de un trayecto


Es sabido que aquello que es capaz de llevarnos a otro lugar, nunca forma parte del sitio al que nos dirigimos. Sólo se trata de un espacio de tránsito en el que, probablemente, suceden cosas inesperadas fuera de toda predicción. Una vía, de ida y vuelta a un lugar, casi siempre, desconocido. Todo aquello que se dibuja desde las ventanas de un automóvil ardiendo a la sombra de un verano, arropado por la lluvia de un invierno, floreciente por la inercia de una primavera que crece alrededor, y que muere, irremediablemente, en un gris otoño. Y son esos dibujos, los que forman la distancia entre dos puntos alejados, más allá de una mirada. Esos son los caminos que habitualmente nos toca recorrer, más fugaces unas veces, pero siempre contando los pasos.

Y es eso lo que nos propone Javier Fesser. Un camino. Un viaje. Una distancia. Unos sentimientos unidos entre sí por esa lejanía que debe ser recorrida. Así es “Camino”. Así son los caminos.

Comenzamos la película por el final del trayecto. Como comenzamos los viajes. En el punto más alejado de nuestra situación actual. ¿Por qué empeñarse en conocer lo que aún no se ha visto? Preparar el viaje, el primer paso del camino. Se intenta conocer todo aquello que es desconocido, para cuando se llegue, no sentirse tan perdido. Y ese es el momento que nos presenta el director de la película, haciéndote partícipe de aquello a lo que te diriges, aún sabiendo qué nos espera en la meta. ¿Pero todo esto es importante? Realmente lo es, porque de lo contrario, si no entiendes porqué vas, no entenderás el por dónde has ido.

Momentos de desgarradora realidad conviven con otros, de una fantasía, de cuento de hadas. Todo ello mediado por la mano de unos padres que mucho tienen que decir durante las casi dos horas de la película. Unas figuras paternas encarnadas por un sentimiento puramente antagónico, pero que armonizan a la perfección durante todo el tiempo en el que, cada uno de ellos, busca su mejor versión. Hasta aquí, la realidad, la madurez, el enfrentamiento social con la vida, ahora, la fantasía. Y tiene nombre de mujer y edad de jovencita. La absoluta protagonista de la obra. El motor que da vida a esta distancia. Lo único coherente que puede acercarnos más a dos puntos tan distantes. La vida y la muerte.

Camino es la historia de ese recorrido. De ese sentimiento de viajar sin tener mucha prisa por llegar. De disfrutar del paisaje, de mirar por la ventana, de imaginarse qué nos encontraremos al llegar allí y del irremediable sentimiento de que, algún día, tendremos que desandar esos pasos.

El trayecto ya fue recorrido, pero aún tienen una ocasión para poder repetirlo. Gracias a su triunfo en los Goya el reestreno de la película puede hacer que volvamos, aunque sea una vez
más, al lugar donde no debiéramos tratar de volver.
8 - II - 2009
David Orea: Buscando una vereda...

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