domingo, 31 de enero de 2010

... Y Dios creó a Guti



Foto: As.com
Escribe: Roberto

«El tacón de Dios», «Tacón de oro», «El mejor pase de la historia». Hoy todos lo dicen, hoy todos alaban al Señor -al Señor Gutiérrez, claro- rendidos ante una evidencia de 14 años culminada en apenas tres segundos, los que distinguen a los grandes de los gigantes, a los jugadores de las leyendas, a Guti del resto.

Lo de ayer fue sólo el milagro definitivo de una fe mantenida, como todas las creencias verdaderas, aún con más fuerza cuando todos pretenden quemar la Iglesia en la que aguardan sus devotos. A Guti no le han negado tres veces, sino trescientas. Y lo seguirán haciendo. Pero cada vez quedan menos posibles argumentos para negar tan imposibles milagros.

Es cierto que ha sido en parte carpintero de su propia cruz. Como dice Andrés Calamaro en una canción, un Cristo que eligió su propio clavo. Si hubiese tenido el carácter de Raúl o hubiese tardado menos en madurar, Guti habría dejado de ser Guti, tan atractivo para los que necesitamos de mitos, pero habría marcado una época, entrando en el olimpo de los más grandes que ha dado este deporte. Aún así, a pesar de sus puntuales errores y sus impuntuales llegadas de estrella del rock and gol, se le han apuntado delitos jamás cometidos, como al típico sospechoso habitual al que siempre acusan en la rueda de reconocimiento.

Le han tachado de irregular, pero es que Guti sube a tan altas cimas que el rasero al que se enfrenta su juicio no es de este mundo; como un saltador de pértiga cuyo éxito en el salto siguiente se mide siempre por la altura de su salto anterior. Si antes decían que tenía un partido malo cuando no daba dos asistencias perfectas, ahora le exigirán que, como mínimo, las dé de espaldas.

Más allá de la tontería y mercantilismo del periodismo deportivo, dispuesto a matarte o a resucitarte según le convenga, y de las banales etiquetas de rebelde, de imprevisible, de Curro Romero; lo único cierto es que Guti pasará a la historia como uno de los mejores jugadores del Real Madrid y, por tanto, del fútbol mundial.

El canterano es uno de los diez jugadores que más partidos ha disputado con la camiseta blanca; lleva 14 años en el club, no sólo jugando, sino siendo imprescindible. A Guti se le deben las dos últimas Ligas conseguidas con Capello y Schuster, en las que ha dado varias lecciones de fútbol contra el Barcelona, contra el Sevilla, contra el Atlético. También fue crucial cuando tuvo que jugar de delantero y anotó 18 goles. Así como ha marcado también en cuartos de final de Copa de Europa contra el Bayern, en la Copa Intercontinental o en la final de la Supercopa de Europa.

Durante toda su carrera Guti siempre ha acabado siendo insustituible, a pesar de que trajeran al equipo a los mejores jugadores del mundo. Precisamente, si en algo han coincidido todos ellos, Zinedine Zidane, Ronaldo, Beckham, Cristiano, Kaká, es en señalarle a él cuando les preguntaron por el mejor jugador de la plantilla.

Si los miembros de la fe católica tienen la Biblia para rememorar cómo el agua se convirtió en vino o cómo se multiplicaron los panes y los peces; nosotros, fieles del gutismo, tenemos el youtube para revivir una y otra vez cómo lo imposible fue posible gracias a los prodigios de José María Gutiérrez, Guti.

Aquí dejo su último milagro hasta el momento.

Capítulo Riazor, versículo 14.

Podéis ir en paz.

viernes, 1 de enero de 2010

Arrebato


Escribe: Roberto

No hace mucho que vi Arrebato. Una de esas películas a las que te acercas porque encontraste un mapa y soñaste un tesoro. Una película extraña y legendaria. Hace un par de días ha muerto su director, Iván Zulueta, considerado el "director maldito" de nuestro cine. Uno de esos nombres que suenan a ficción, a heroína, a literatura, a leyenda.

En los diferentes periódicos nacionales podéis encontrar varios artículos a raíz de su fallecimiento (de Pedro Almodóvar, Alex de la Iglesia...). Yo, por mí parte, os dejo uno publicado en El País el 8 de Mayo de 2005, a propósito de una exposición de fotografías de Zulueta en la Casa Encendida.

Este texto, publicado en el libro de Ray Loriga Días aún más extraños, fue el mapa que utilicé yo para llegar a Zulueta, para llegar a Arrebato. Espero que a vosotros también os sirva para soñar un tesoro.

RAY LORIGA
Zulueta


Se reunían una sola vez y por un único motivo, se llamaban a sí mismos arrebatados. Cada vez que se exhibía Arrebato de Iván Zulueta, algo que no sucedía con frecuencia, aparecían desde las sombras de sus propias vidas, para encontrarse en el hall de un cine de segunda. Los conocí a todos una noche de domingo en el Príncipe Pío, de esto hace ya casi 20 años, y me parecieron vampiros inofensivos. Vampiros que no iban a beber más sangre que la suya. Eran otros tiempos y yo era otra persona. Tenía un solo amigo, José Márquez, que me había iniciado en los misterios de Arrebato, mucho antes de ver la película. La anticipación es tan necesaria para la construcción de una leyenda como la mala memoria.

Arrebato era, antes de haberla visto siquiera, el pedazo de celuloide más importante de mi juventud,y ya se sabe que no hay momento en la vida más dado a la importancia. Por supuesto, todo era una pose y por supuesto, todo era condenadamente real al mismo tiempo. Recitábamos los diálogos de memoria, mirábamos los cromos en albumes imaginarios, pasábamos los dedos por las orlas y el tiempo se detenía en un lugar impreciso de la infancia. Bebíamos mucho, dormíamos poco. No sabíamos, ni queríamos saber, nada de la movida, para nosotros, en aquellos días, Iván Zulueta era la única persona en este país en la que se podía confiar. Corríamos por los tejados, cruzábamos la Castellana con los ojos cerrados, queríamos morir jóvenes, pero Dios cuida de los tontos

Los arrebatados no tenían mucho que ver unos con otros, seguramente todos tenían trabajos, mujeres, maridos y amigos distintos, pero de cuando en cuando, coincidían en un cine para no ser más que arrebatados.

Llegamos pronto, con las luces de la sala aún encendidas y vi como mi amigo saludaba al resto de los espectadores como si se tratase de viejos camaradas. Debía ser el 86 o el 87, y todo el mundo llevaba gafas oscuras.

Arrebato no era una película de culto, era la Película y el Culto. No se parecía a nada, estaba hecha de otra cosa. Le daba nombre a algo que no sabíamos que llevábamos dentro. Nuestro amor al cine, sí, pero también algo más. El miedo, el fracaso, la euforia, el tiempo, maleable pero al fin inquebrantable. La muerte. Una película en blanco y negro, que alguna vez fue en color, y otras certezas inexplicables.

Iván Zulueta rodó Arrebato en 1979, y después el silencio. Párpados en el 89, para la televisión y miles o cientos de miles de polaroids, imágenes sin atar, sin domar, imágenes que aun no han muerto, como las que pueden verse estos días en la Casa Encendida. Nada más. La pausa. Y mientras tanto...

Mientras tanto la pregunta que me hice aquella noche al ver Arrebato por vez primera, nunca dejó de incordiarme: ¿Quién es Iván Zulueta y por qué?

Contaba el gran Antonio Gasset que en la sala de montaje, Zulueta reclamaba con frecuencia imágenes que no había rodado. También lloraba el campanero de Tarkowski al escuchar el sonido de su campana, como lloraba Willmore. Como lloramos todos. ¿Quién es Iván Zulueta y por qué? ¿Por qué tanto y por qué tan poco? Según me voy haciendo viejo, la respuesta parece más clara y por tanto, más temible. Zulueta ha pagado el precio de su precoz lucidez. Para seguir en esto, y ni siquiera se muy bien qué es esto, hay que arrastrar un engaño insoportable. La campana no suena, las mejores imágenes no se han rodado, el Madrid no va a ganar la liga, Dios no existe.

La lucidez de Zulueta sigue siendo una amenaza para quienes vivimos de nuestra fértil estupidez. Pero es una amenaza amiga y no puedo sino darle las gracias.

El cine Príncipe Pío ya no existe, muchos amigos ya no están, guardo una copia de Arrebato en video betamax como si fuera un tesoro, un tesoro que ya no puede abrirse. La vida sigue, mientras tanto.

Pasó Zulueta por Madrid con su sorprendente buen aspecto habitual, como un fantasma saludable, con un millón de películas en la cabeza y nada en las manos. Elegante como sólo las leyendas pueden serlo.

Muchas cosas han cambiado y apenas reconozco nada de aquellos años como mío, quien cree que su pasado le pertenece se engaña, pero Arrebato sigue en pie. Tan extraña y tan familiar como entonces.

Corríamos por los tejados, cruzábamos la Castellana con los ojos cerrados, queríamos morir jóvenes, pero como Dios cuida de los tontos, aquí estamos.

PD: Imperdonablemente no hablamos en su momento por aquí de la muerte de otro legendario de nuestro cine, Paul Naschy. Próximamente intentaremos enmendar el error.

Espero que el 2010 sea un año realmente bonito, seguro que sí, por lo menos suena bien. Yo por mí parte ya tengo soñado el tesoro y, esta vez, nos toca a nosotros dibujar el mapa. Confiemos en que Ray tenga razón con eso de que Dios cuida de los tontos.

¡Feliz año a todos!