domingo, 29 de noviembre de 2009

El secreto de nuestros ojos

espacio
Escribe: Roberto

Hay algo fundamental en las películas que he aprendido hace poco: es tan esencial que el protagonista tenga un deseo como que tenga alguna posibilidad de conseguirlo. Es la única manera de que nos identifiquemos con el personaje, de que realicemos el viaje de su lado. Si no, nos quedamos fuera.

Es como un partido de fútbol. Si uno de los rivales pierde por 3-0 al minuto 15 el partido está muerto; porque ya no hay inquietud. Es decir, ya no hay nada. Podemos dedicarnos a atender otros aspectos: el buen juego de un equipo, la calidad de un jugador, los cambios del entrenador… pero lo importante, la emoción, la expectativa, ya no existe.

Ese es el principal handicap de “Paranormal Activity”. Una película escrita y dirigida por el debutante Oren Peli, de escaso presupuesto y que se ha convertido en un fenómeno de masas en todo el mundo. Destaca por una ingeniosa y barata concepción formal, en la que todo lo que vemos es grabado por uno de los dos protagonistas.

La película tiene un argumento muy claro: una pareja de jóvenes pijos sospechan que ocurren fenómenos paranormales amenazantes en su mansión mientras están dormidos. El chico tiene una idea: comprar una cámara para poder grabar la habitación mientras duermen y así ver, por la mañana, qué demonios ocurre mientras ellos se entregan al sueño. Bien. El problema es el siguiente: la primera noche ya consiguen lo que se proponían: graban pruebas claras de que algo extraño sucede en casa. El fantasma empieza a mosquearse y de hacer pequeñas travesuras con la puerta pasa a atentar contra los protagonistas. Ahí sería evidente el nuevo deseo de la pareja: quitarse al fantasma de encima. Y una vez que el fantasma se pone todavía más peligroso el deseo debería ser todavía más claro: sobrevivir. Pero no ocurre nada de esto. La pareja espera al fantasma como un joven marido a su suegra en la comida del dmingo: con total resignación.

Cada noche los protagonistas dejan la cámara grabando, apagan la luz y se ponen a dormir. Comienzan a sonar efectos de sonido por si hay algún imbécil en la sala que no se da cuenta de que (como cada noche desde que empezó la película) ahora viene el susto. El fantasma llega, hace sus cosas cada vez más peligrosas, ellos se asustan, dicen: “me cago en la leche, este fantasma no nos deja tranquilos”; el chaval (al que en realidad estás deseando que el fantasma lo mate de una vez) le dice algo al espectro del tipo: “te vas a enteras cuando te pille, hijo de puta”, amanece, se lamentan de su suerte, pasa el día y…. ¡¡¡¡se vuelven a dormir!!!! Con dos cojones.

Es decir, no hacen nada para intentar escapar del fantasma, o atacarlo, o algo. Nada. Y el espectador los mira desde fuera sin conexón emocional alguna, porque no hay identificación, porque no hay expectativa. La película la domina el fantasma y lo único que le queda a los personajes y a nosotros mismos es esperar el susto y ponernos a dormir de nuevo.

Como he dicho antes, si esto fuera un partido y viendo que la emoción está perdida, comenzarías a atender otros detalles. En algunas películas que también sufren esta falta de identificación (en ocasiones justificadas porque premeditadamente juegan a ese juego), hay otros elementos que hacen que la cosa, aunque sea fría, al menos merezca en algo la pena. La música, la fotografía, los actores… algo. Pero aquí no hay nada a lo que mirar mientras la ves. Sólo una sarta de estupidez y sinsentidos que no merece la pena detallar (destaca la absolutamente ridícula escena del crucifijo para propiciar el previsible final).

Por otra parte, la idea de grabar todo desde la cámara del protagonista pronto se descubre artificiosa y boba. En este sentido y, por cercanía temática y temporal, podríamos hablar de REC. Una película eficaz, muy bien realizada, emocionante dentro de sus limitaciones (de los que la propia película es consciente) y que consigue lo que se propone: ser, ni más ni menos, una buena película dentro del género.

No entiendo como "Paranormal Activity" ha funcionado tan bien y, aún menos, como algunos críticos la han ponderado de forma considerablemente positivia. En mi opinión, la película demuestra que la conexión con el espectador depende más de un buen guión que de una cámara subjetiva que no deja de moverse.

Para acabar quisiera referirme escuetamente a otras películas que he visto últimamente y que sí merecen la pena.

La primera de ellas (aún en cartel) es la última del director argentino Juan José Campanella (“El hijo de la novia”, “El mismo amor la misma lluvia”). “El secreto de sus ojos” es una película estupenda. Una obra realmente importante, de las que dejan huella. Está llena de verdad, de moral, de oscuridad, de actores, de personajes, de humanidad, de cine. Posee un guión maravilloso y una realización espectacular (ojo al impresionante plano secuencia en el campo de fútbol). Y tiene uno de los mejores finales que he visto en mucho tiempo. Una obra mayor que se disfruta mientras se ve y que crece en la memoria con el paso de los días.

¿Por qué me he dedicado a hablar de lo mala que es Paranormal Activity en vez de hablar de lo buena que es "El secreto de sus ojos"? Supongo que porque todo lo que tengo que decir sobre ella cabe en un consejo: id a verla.

Por último, otra película a la que me gustaría referirme es “Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto”, de Gary Fleder. Es una película de gángsteres de 1996. La cinta tiene grandes lagunas en la historia que son las culpables de que no sea recordada como una película realmente valiosa. Pero a mí me ha gustado mucho verla por distintas razones. Por su tono, por su frescura, por su poesía, por su galería de personajes perdedores, por sus actores (Andy García en uno de sus mejores papeles, Christopher Walken encarnando a un villano memorable, Steve Buscemi como un extraño asesino a sueldo) y por un ángel que sobrevuela el filme llamado Gabrielle Answer.


PD: Escribo estas líneas huyendo de los programas deportivos tras la derrota del Madrid en Barcelona. Hemos perdido a pesar del buen juego, “así son las cosas”, como dice constantemente “Jimmy el Santo” (el personaje de Andy García en "Cosas que hacer en Denver..."). Pero me gustaría añadir algo al respecto: hemos hecho un buen partido, hemos luchado por la victoria y la merecimos a pesar de no haberla conseguido; o lo que es lo mismo, hemos tenido emoción, identificación y expectativa. Fútbol, cine, vida. El secreto de nuestros ojos.