miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bacalao y Centollos. Muros y Rejas.

espacio
Escribe: David

Nota a pie de nada: Si estás agonizando, no te recomiendo que pierdas tu tiempo leyendo esto, no será nunca lo mejor que has leído, si acabas de nacer no aprendas a leer para entender esto, si estás en la adolescencia, emborráchate y pasa de estas líneas pero no te metas en otras más peligrosas. Si ya eres adulto y te preocupa tu hipoteca, tampoco será imprescindible para convencer a tu banco de que te de más tiempo… Si estás atrapado no te dará la llave de nada. Para todos los demás:

“El Concepto es el concepto. Y como te digo una cosa te digo la otra”. Sé, que por estas líneas, recibiré críticas por mi crítica. Pero qué le vamos a hacer. Después de meses en el dique seco vuelvo al blog no sin antes pedir disculpas por mi ausencia. Un disco, una mujer y ningún revolver después de todo y por alusiones a Roberto…

El otro día, tuve un accidente, nada grave, no se preocupen. Me estrellé contra el Airbag y no pasó nada. Quiero decir y sin utilizar una manida metáfora, que tuve una revelación gracias a aquella película, llamada como el famoso sistema de seguridad y firmada por el mismo Juanma Bajo Ulloa. Voy a serles francos, no he visto nada más de ese señor. No por el sabor de boca que me dejó la cinta estrenada en 1996 y que tuvo una excelente acogida por el público y una exacerbada crítica por parte de los llamados expertos-gurús-cahieristas-cinematocultos-del-séptimos-arte, no, no es por eso, sino porque simple y llanamente no conocía nada más suyo y no hice intención de buscarlo. Ahora y sin el complejo de aquellos años que no son tan lejanos, compruebo como dos de los tabloides más importantes de los medios de comunicación nacional, El Pais y El Mundo, coinciden por primera y última vez en sus contenidos: “mala”. Taxativamente mala según Carlos Boyero (el del poco serio: “El Mundo”) y Ángel Fernández Santos (el del menos serio: “El país”). Y yo, que escribo cuando puedo en este blog (el menos serio de todos, se lo digo en serio), me sumo a la acogida del público general, que se va sonriendo y sin pensar a la salida del cine. Aunque bien es cierto que la he visto en DVD y no hace demasiado tiempo. Y a ustedes qué carajo le importa ahora una película del 1996, ¿verdad? Pues bien, he de decirles que no se equivocan, no tiene absolutamente nada que ver con lo que voy a contar a continuación. Simplemente diré, una vez, más que me divertí mucho con Karra Elejalde, Fernando Guillén Cuervo, Alberto San Juan y, los que para mi gusto, fueron los ejes y pilares de la película: Karlos Arguiñano y Manuel Manquiña. Merluza a la Vasca contra Centollo Gallego: con dos cojones. Creo que ya es mucho decir, a día de hoy, contando que una película te ha hecho reír y olvidar.

Y, como siempre se necesita un nexo con lo siguiente que se va a contar, un hilo de Ariadna que seguir para no perderse en este mal llamado laberinto, que no es más que el caos en el que nos vemos sumidos y el fino abismo que separa una idiotez de una tontería, diré, que lo único en común que tiene lo que he dicho y lo que voy a decir es que juraron la misma bandera. Bajo la patria, también mal llamada España se han parido estos dos filmes. En una esquina Airbag, en la otra, Celda 211. Ojalá que el árbitro permita llegar a los puntos… Sino una de las dos caerá malherida.

Celda 211. Veamos… ¿Puedo empezar por el final? No por el de la película, claro está, eso tendrás que descubrirlo. De hecho, deberías salir de tu hogar en estos momentos y ocupar una butaca del cine. No te la bajes por Dios, no te la bajes…

Pues el final del que te hablo es el comienzo de mi historia al salir de la sala de proyección. Un centro comercial atestado a última hora de domingo deja paso al desconcierto y al silencio de un parking subterráneo. Columnas, luces de fondo, y más columnas de frío hormigón que chocan desde la distancia unas con otras. Recorres la inmensa estancia y convives con el eco de tus pasos y las columnas continúan convergiendo y dibujando extrañas configuraciones en la que unas se esconden detrás de otras y esas otras aparecen y emergen y no dejan de moverse estando quietas. Llego al coche. Y ya dentro arranco el motor y desparezco. He conseguido librar la primera de las puertas. Pero todavía no he salido de la celda. Tengo un problema: me acabo de hacer amigo del carcelero y, créeme, es un mal negocio.

Volviendo al principio, cuando se apagan las luces del cine, acaban los trailers y comienza el rugir de los voraces palomitóvoros, algo empieza a gritar en silencio. El primer plano sobrecogedor de Celda 211, con un público entregado al tétrico zumbido de un altavoz mudo, nos dibuja a un preso ultimando los detalles de su despedida del mundo. Un mechero y un cigarrillo hacen las veces de horca, guillotina y afilado cuchillo. Las venas, autopistas de una sangre envenenada, empiezan a derrumbarse, se abren y todo aquello empieza a derramarse sobre un desvencijado lavabo que recoge lo que su portador anda despreciando desde hace un tiempo. La vida se escapa por una tubería de una cárcel cualquiera y termina enterrada entre los despojos de todos y cada uno de sus habitantes. Allá donde confluye el miedo, las lágrimas, el odio, el pan y las ayunas, los días de vis a vis, y todo ello, bajo la corriente que algún día llegará lejos de las fronteras del muro del presidio. Dije que terminaría de una vez con las metáforas o con la intención de crearlas, pero bueno, para ser más claros, su sangre quedó allí bajo el dominio de una cañería que pronto desembocaría en algo mejor que aquello. Y creo que con eso, ha superado a “2012”, “Luna Nueva” y, aunque me duela, la anterior “Airbag”.

Ni que decir que, después de minuto y medio de secuencia, todo lo demás fue hilándose, maquinalmente hasta convertir esta película (probablemente lo mejor que se ha hecho este año a nivel nacional), en algo digno de ser visto, al menos, una vez. Luego, todo lo demás, la dirección de Daniel Monzón, del que si que buscaré mucho más (no se me ofenda Bajo Ulloa) un auténtico espectáculo de versatilidad y dominio de la escena, los tiempos y la perspectiva del filme.
Además de la figura del director, que consigue algo sobradamente exquisito, que es pasar totalmente desapercibido durante la dos horas de metraje sin tomarse ninguna licencia y respetando al cine con mayúsculas y la regla de los clásicos directores del género hay que añadirle el rostro y protagonista a la historia; Mala Madre, interpretado por Luís Tosar. Impresionante. Sin pestañear afirmo que resulta sobrecogedora la interpretación de este gigante que ya nos sorprendió en Los Lunes al sol entre otras.

Carlos Boyero, que curiosamente trabaja ahora para El País, afirma que se trata de “Una de las mejores películas que ha hecho el cine español en mucho tiempo”. Sirva como juez a pie de ring.
Poco más he de decir al respecto, id a verla y disfrutar de la libertad entre rejas al menos durante dos horas. Y recordad, que, cuando una reja separa dos límites y a cada lado se encuentra una persona, cada uno de ellos es carcelero...pero, irremediablemente, también se convierte en preso.

David Orea Arribas
16-12-2009
Con la condicional.

1 comentario:

Unknown dijo...

Promete este Monzón, un descubrimiento para mi también.

"Prométedme que me avisaréis si le pasa algo a Elena"

Prometeo, Titán griego; Tosar, Titán en estado de gracia...promete Goya