martes, 26 de mayo de 2009

Reestreno


Hacía tiempo que no me sentaba tan bien un cigarrillo. Terminó la película pero aún recordaba las palabras que aquel tipo le dijo al otro tipo: "ya nunca volverás a ser joven". Como en un partido de fútbol, en el que los dos rivales, se estudian, se miden, se respetan e, incluso, se sonríen descaradamente descargando la tensión de los primeros compases del juego. Sólo quince minutos de metraje y ya se lo habían cambiado todo. "El graduado", el segundo tipo que escuchaba al primer tipo, hablarle sobre algo que desconocía. Qué poco importaba como se llamara cualquiera.

Como decía, el cigarrillo se consumió. Voló y cayó donde tenía que caer, a donde la providencia lo dirigiera, eso ya, no era asunto mío. El caso es que seguía pensando sobre qué escribir. Sobré qué decir. O quizás simplemente me apetecía escribir algo que me apeteciera leer. Algo sobre algo. Me topé con el ordenador y de nuevo desempolvé la vieja carpeta de los clásicos. En honor a la verdad, diré que no era mi intención ver lo que vi. Y mucho menos descubrir lo que descubrí. Como ya viene siendo habitual, se ha perdido la vieja costumbre de mirar en la estantería los viejos VHS apilados, sin ningún tipo de orden, caóticos encuentros entre el que quiere mirar y quien desea ser visto. Así que, volviendo a la era moderna, donde todo se condensa en nada -apenas unos centímetros cuadrados de disco duro- entré en la carpeta de los clásicos. El orden, victorioso ante el caos, dividía los sueños de la A a la Z, sin ningún miramiento. "Alguien voló sobre el nido del cuco", se tornó como primera opción. Pero no estaba para manicomios. Necesitaba aún salir del mío propio. "Érase una vez américa", despertaba en mi cierto interés, pero no quería trasnochar de nuevo, esperando cuatro horas hasta los créditos finales. "Los pájaros","La ventana indiscreta", "Psicosis", "Vértigo"... que me perdone Alfredo en esta ocasión si no acudo hoy a su iglesia. Y cuando la Z llegaba, inexorablemente y a punto estaba de cerrar la ventana, desando los pasos y ahí está. "El graduado". La había obviado en un primer momento. E incluso cuando la volví a divisar, apunto estuve de regalarle la segunda espalda de la tarde, pero me dije, ¿por qué no?

No hizo falta rebobinar nada. Doble clic. He de decir que poseo el original. Pero la tenía prestada. Siempre he dicho que en casos de extrema urgencia, hay que tener copias de seguridad por si necesitara uno arreglarse el corazón o destrozárselo de una vez. Comienza la película. Plano secuencia. Aeropuerto. Simon y Garfunkel, Garfunkel y Simon si lo ordenara mi archivo, entonan el "Sound of silence", archiconocido himno de una generación que ya no es la nuestra. Dustin, a la derecha de pantalla. Es llevado, por una cinta transportadora, hacia un sitio, al que aparentemente no quiere volver. La fuerza del plano se lo lleva de una vez por todas. Ya está en casa. Graduado con honores en la facultad. Todos celebrando su futuro. La cámara se cierra sobre él, atrapándolo. Sin respiro. Sin ningún tipo de auxilio. Hasta que llega ella. La señora Robinson. Esposa del primer tipo al que nos referíamos, ahora sí, bien denominado señor Robinson. Hasta aquí todo bien.

Para los que no hayan visto la película, yo llegué unos 19 años tarde al estreno, les diré que en este inicio arrollador que propusoMike Nichols, su director, la señora Robinson hace todo lo posible por seducir al joven muchacho. Al inexperto Benjamin Braddock. El mismo inexperto que todos fuimos cuando, por primera vez, vimos algo desnudo ajeno a los reflejos del cristal.

Más tarde, cuando a Benjamin ya sólo lo llaman Ben, dispone en su haber de una mujer casada y de la hija de la misma, cuando el tabaco, el alcohol y el verano parece que no fueran a desaparecer jamás. Pero septiembre siempre espera a la vuelta de la esquina. Vuelven los días grises, las clases, las decepciones y los asuntos pendientes del curso anterior. Pero a eso a Ben le da bastante igual. Porque aún no sabe qué hacer con su vida. Sabe lo que quiere pero todo se ha marchitado. Ha elegido la juventud, la vida, la libertad, los ojos de la muchacha de Berkeley. La misma hija de la madre con la que pernoctaba en un cuarto de hotel. Sexo, sólo sexo, esgrime Benjamin, que ya no quiere llamarse Ben, a los cuatro vientos, los mismos que acarician el pelo de la joven que lo mira esperando un milagro.

Milagro que no sé si llegará a o no. Ya les dije que llego 19 años tarde al estreno disfrazado de Ben cuando siempre quise llamarme Benjamin.

26-V-2009
David Orea: A años luz de cualquier lugar.

lunes, 18 de mayo de 2009

"Te veré surfear de nuevo, con tu traje de sirena y tu tabla plateada"

lalala
Título: Iván Ferreiro. Foto: Fuente de los sufistas en La Coruña, extraida de http://picasaweb.google.com/

Escribe: Roberto (entrada 18 en el 18 de Mayo de 2009).

Todos hemos dicho alguna vez: “es que no estoy preparado para esto”, sin entender que la vida es un soldado que antes de preguntar dispara. Como esperando que las cosas antes de pasar nos llamaran a la puerta y nos permitieran observarlas por la mirilla y decidir si las abrimos o no. Sin querer comprender que la vida no nos permite vivir sin haber roto antes 4 ó 5 mapas.

La vida es como nuestro vecino de al lado, la mayoría el tiempo hace sus cosas y nos deja a nosotros tranquilos, pero a veces se planta en nuestra propia casa. Con suerte será una vecina guapa que nos pide sal, con mala pata será el pesado del B que nos advierte de que hay goteras.

Nadie está preparado para nada. No lo estaba Calamaro para ser un chico abandonado, ni Rick para volverse a encontrar con Irma en su bar de Casablanca. Pero Calamaro se quedó solo e Irma llegó…y se volvió a marchar.

Y a veces debemos dejar de pensar en la vida y vivir un poco. No pasarnos el día pensando en cómo era todo antes, si no en cómo puede ser ahora. Dejar de ser surfistas pensando en aquella ola que alguna vez cogimos pero que ya no va a volver. Dándole vueltas a la ola pasada, mientras las olas llegan y llegan a romper en la orilla. Sin ver que la espuma que ahora nos recorre los dedos ya no es la de aquella sino la de éstas. Y sin percatarse de que aunque cada ola es diferente, todas están hechas por el mismo agua y que, por lo tanto, la ola puede volver en cualquier momento, quizás con menos sal o con algas o con peces que antes no estaban, pero la ola volverá a la orilla como Irma vuelve al bar de Casablanca…para volverse a marchar.

Fuimos chicos fuertes. "Caminamos por colinas de cebollas y metal", pasamos arenas movedizas, "corrimos por Madrid detrás de algún balón", hicimos el amor en las aceras. Y lo seguimos siendo, más viejos ya, pero aún tan infinitamente jóvenes como para morir cada día y volver a nacer, con muchísimas más olas y algas y peces aún en nuestro futuro que en nuestra corta biografía marítima.

La mayoría de nuestros problemas tienen literatura. La mayoría del tiempo nos lo pasamos pensando en problemas hermosos y literarios. Una chica que se fue, un sueño que no salió del todo, un amigo que nos falló. Pero hay gente con problemas realmente serios y sin nada de literatura.

A nosotros también nos llegarán los problemas auténticos pero, de momento, todo va a ir bien (te lo prometo).

Es momento, por tanto, de que Sam la vuelva a tocar, de buscar nuevas colinas y nuevas arenas, de quitarte otra vez el tanga en una acera.

De volver a correr por Madrid. Esta vez el balón, lo pongo yo.

PD1: Un recuerdo para Antonio Vega y para Mario Benedetti, dos surfistas que hicieron literatura de problemas que en absoluto la tenían.
PD2: Para compensar lo poco que estoy hablando de cine últimamente, una recomendación: la filmografía de Wong Kar-Wai, emocionante, reflexivo y maravilloso director chino.
PD3: A quien le interese hay un reltillo que habla sobre estas cosas, de cómo un ratón busca un nuevo queso:

http://personal.telefonica.terra.es/web/ideasmuertas/relatos/donde%20est%E1%20mi%20queso.htm

jueves, 7 de mayo de 2009

El Desencanto - o la falta de originalidad para poner un titulo.

Hace tiempo que debería haber escrito en el blog, pero realmente no se me ocurría nada sobre lo que escribir. Tampoco es que ahora sepa muy bien hacia que tema me dirijo, pero la presión es excesiva, así que tomare la primera salida que encuentre.


Estos días son un poco deprimentes, no pasa nada y no parece que vaya a pasar mucho. Es duro levantarse todos los días sin tener un objetivo claro ni un sitio al que dirigirse. Dentro de lo malo, no es por que seamos unos ineptos, sino por que de donde no hay no se puede sacar. Somos más de cuatro millones (que se dice pronto) los que estamos así. Y que conste que esto no es una critica política ni nada por el estilo, ni voy a desvelar las soluciones de la famosa crisis. Esto es, ahora más que nunca, el espíritu del desencanto.


Quizás sea un buen momento para contar como surgió esta locura del blog (y el resto del desencanto) que algunos leen con cierta asiduidad, lo que no deja de sorprenderme. En estos meses mucha gente me ha preguntado por que meterse en una movida como esta, y especialmente en esta época en la que no hay trabajo. La respuesta es la propia pregunta, no había (ni hay) trabajo en “lo nuestro”, así que por que no agarrarse los machos y tratar de hacer cosas. Al menos siempre sera mejor que estar en casa mirando el techo y la ceniza acumulándose en el cenicero.


Pero siendo del todo sincero, en estos meses que llevamos tampoco ha ocurrido nada especialmente significativo. Tenemos material, tenemos ganas, ¡Incluso gente que nos pide cosas!, pero seguimos más o menos igual, desencantados.


Corrección: me acabo de dar cuenta que estoy hablando en plural sin contrastar mis fuentes (quizás valdría para periodista del corazón...) así que, hasta que se demuestre lo contrario, el único desencantado soy yo.


Pero en esta sucesión de días sin significado y demasiado similares entre ellos, algo mantiene la esperanza o, al menos, deja los muebles en su sitio. En este punto cada uno tiene sus preferencias, ya sea el fútbol, la música, la cerveza, el cine... o una combinación de todas. La mía es una mezcla extraña y variable, pero este fin de semana me sentí como antes de que el desencanto entrase a formar parte de mi, quizás fuese la cerveza, la música o el barullo de cuarenta mil personas moviéndose, pero mereció la pena.


Y ahora queda esperar a ver si pasa algo.


“Down In Albion”


pd. tanto tiempo para terminar escribiendo esta chorrada...